Hay decisiones que a lo largo de la vida, te afectan según el grado de la dificultad de la decisión. El cambio que experimentarás en tu vida es exponencialmente proporcional al grado de la dificultad de la decisión [mierda he entrado en bucle y no sé que he dicho].
Me explico
Decidir si te vas a poner una chaqueta roja o verde no es una decisión muy complicada, pero (siempre hay un pero) si la decisión que tomas, choca de frente con los pantalones amarillos que te vas a poner, la cosa se complica. Aparte de necesitar con urgencia un Personal Shopper que te ayude con el cambio de fondo de armario debes pasarte a que te hagan una revisión, no sea que tengas daltonismo y no te has enterado.
Si la decisión que tomas, choca con un cambio que vas a experimentar, en este caso, cambiar de pantalones, lo que comenzó siendo una pequeña decisión mañanera, pasa a convertirse en el efecto bola de nieve. Si la chaqueta es roja, el pantalón no puede ser amarillo (salvo que vayas de abanderado con un gorrito de paja), pero si los pantalones no pueden ser amarillos, tienes que cambiar los zapatos que te vas a poner, porque el único pantalón azul marino que tienes, no queda bien con unas botas camperas y el bolso verde se da de bofetadas con la camiseta fucsia.
Vale, no intentéis visualizar el modelito, es sólo fruto de una mente perturbada como la mía y de los responsables del uniforme olímpico y cualquier parecido con la realidad no es pura coincidencia.
Ninguna decisión es fácil. Decidas lo que decidas, siempre y digo SIEMPRE en algún momento de tu existencia, pasará por tu mente la puñetera frase de “ y sí hubiese hecho aquello en lugar de esto otro”.
SIEMPRE tendremos en nuestra cabeza un “runrún” a modo de Pepito Grillo cabrón que no nos dejará de dar la lata en ocasiones durante años, y en otras sólo durante un rato….
Hace años que decidiste dejar esa relación que tenías con un tipo guapo, muy guapo, con unos ojos que según te miraba, las bragas se caían a plomo, inteligente, en la cama un fiera y además de todo esto era divertido. Pues bien, todo esto parece el ideal de hombre con el que querrías pasar el resto de tu vida. Pues no, quizás en algún momento de esa relación ideal, te diste cuenta que tenías que tomar una decisión. Quizás la decisión de NO continuar te fuese más llevadera sabiendo que había infidelidades rondando por ambas partes, que sólo pensar en un futuro con él, se te hacía imposible y que lo que había entre vosotros era sólo sexo y quizás, sólo quizás, algo de cariño.
Si esa decisión no la hubieses tomado hace ya muchos años, ahora, quizás, estarías con un tipo que sólo habla del trabajo, que vive para currar y no curra para vivir (como tú).
Quizás esa decisión fue la mejor que tomaste, quizás esa decisión te llevó a un puerto en el que te aguardaba un valiente Capitán Sensei desde hacía tiempo. Y quizás esa decisión sea ahora la responsable de tener una familia que no la cambiarias por nada del mundo mundial, pero eso no impide que de cuando en cuando el “joputa” de Pepito Grillo comience con el “runrún” e intentes visualizar la vida si no hubieses tomado la decisión que tomaste.
Esto ocurre en la vida privada, pero ¿y en el trabajo?.
Hace ya un par de años decidiste saltar de un barco que estaba empezando a tener vías de agua. Te dieron a elegir, continuar achicando agua o embarcarte en un barco del que ya conocías su existencia pero nunca habías navegado en el.
Decidiste saltar del barco, salir huyendo como las ratas, como en alguna ocasión antiguos compañeros navegantes te dijeron, pero a la vista de cómo va zozobrando el barco, tu antiguo barco, la decisión tomada fue sin duda la correcta.
Quizás ahora, sino hubieses saltado del barco, estarías con el agua al cuello, y viendo como se hunde lentamente y tu estarías viendo desde la barandilla al más puro estilo Titanic, como van quedando cadáveres por cada minuto y litro de agua que entra en el barco.
En lo que va de semana, de ese barco, mi antiguo barco, han sido tirados por la borda a las más profundas aguas del INEM cinco compañeros. Tres de ellos compañeros navegantes sin más roce que el compartir en alguna ocasión alguna botella de ron y rancho de la cantina, pero he de decir que dos de ellos, no sólo eran compañeros, eran amigos (bueno, seguirán siendo amigos) y aunque tú ya no estuvieses a diario compartiendo camarote, eran y serán siempre tus compañeros a los que añorabas desde tu nuevo barco y a los que añoraras siempre, pero por muy lejos que estén recalados vuestros barcos, siempre serán parte de tu propia tripulación.
En ocasiones el “joputa” del Pepito Grillo, comienza con el “runrún” y te hace preguntarte si la decisión de salir de un barco que aún con vías de agua, se mantenía a flote fue la decisión acertada, si quizás no hubieses saltado, ahora o estabas en puerto desde hace más de un año o andabas con un flotador puesto a perpetuidad gritando por los pasillos con un pie puesto en un bote salvavidas como el capitán del Costa Concordia al grito de, con perdón, ¡¡¡ Maricón el último!!! pisando a otros que como tú quieren salir cuando antes de allí.
Las decisiones que tomamos nos acompañan y nos acompañaran de por vida. Tanto si tu decisión es tanto en cuanto a tu vestimenta, como en la vida personal, como en la vida laboral y más ahora con los tiempos de tempestades que tenemos.
Conclusión
Nadie en su sano juicio se pone una chaqueta roja y un pantalón amarillo, salvo que seas el abanderado del equipo nacional.
El sexo en una relación es importante (mucho diría yo), pero sin ese “algo más”, no vale para nada.
Los barcos, todos, navegan por aguas turbulentas en este momento, y a pesar de tener que escuchar que te llamen “desertora”, “traidora” y algunas lindezas más, las hipotecas de las casas y las lentejas que comemos, hay que pagarlas….
¿Ya han decidido con qué canción se quedan? Servidora se queda con la versión de los cinco genios y una guitarra.
Ah!!! y una cosa más, como esta mañana no me decidía por unos zapatos o por otros, llevo uno de cada color…… Madre que mal está haciendo en mí el trasnochar esperando a Sensei y madrugar más de la cuenta.